Nuevos fragmentos literarios
lunes, 26 de abril de 2010
Vicente Quirarte - Hay mucho de Penélope en Ulises
Hay mucho de Penélope en Ulises
Vicente Quirarte
Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
2009
“Hay un poco de Ulises en Simbad”, escribió André Gide, uno de los autores que integraron el arsenal de lecturas y contribuyeron a modelar la conciencia de la generación mexicana históricamente conocida como los Contemporáneos. Hijos directos de la Revolución, vivieron aceleradamente sus procesos vitales y sus metamorfosis artísticas. El viaje, el amor, el teatro fueron vocaciones practicadas por ellos en nombre de una nueva religión: la velocidad, que otorgaba un sello distintivo a cada uno de sus actos. Hay mucho de Penélope en Ulises pretende capturar el espíritu de una época que modificó de manera radical las formas de ver el arte y la vida.
La obra da comienzo en el interior de una casa de viviendas en el centro de la Ciudad de México, entre marzo y julio de 1928. Un grupo de jóvenes se vale de la curiosidad y la crítica como antídotos contra el tedio y el conformismo, mediante el montaje de la obra de teatro. Ninguno tiene experiencia previa en las artes del escenario. Pero a todos los une la inconformidad contra el imperante nacionalismo, sofocante y mezquino, de su tiempo. Celestino Gorostiza, Antonieta Rivas Mercado, Gilberto Owen, Clementina Otero, Manuel Rodríguez Lozano y demás cofrades experimentan una veloz transformación cuyas consecuencias determinarán el resto de sus vidas.
Fragmento:
ESCENA X
Teatro de Ulises. El escenario está plenamente armado para la representación de El tiempo es sueño de Henri Rene Lenormand. Celestino Gorostiza examina sus notas, voltea al escenario, toma medidas. Entra Gilberto Owen. Lleva el traje desordenado, sin corbata, y en el rostro trae huellas de golpes. Su actitud, con todo, es de su desenfado y buen humor habituales.
CELESTINO: Gilberto, ¿qué te pasó?
GILBERTO: (Sonriendo) Todo.
CELESTINO: Vienes hecho una ruina. Siéntate aquí. ¿Quién te puso así?
GILBERTO: Supongo que yo mismo. La ciudad. El amor. Tuve mucha suerte. Pero mala. Mi ángel de la guarda se durmió borracho mientras a la vuelta mataban a su pupilo.
CELESTINO: ¿Puedes, por un día, por este rato, dejar de hablar como poeta?
GILBERTO: SÍ, señor director. Lo que usted diga. Sin embargo, le recuerdo que estamos fuera del escenario.
CELESTINO: Pues aunque lo estemos, tengo que cuidar a mis ac-tores y que lleguen vivos al siguiente estreno. (Exa¬mina la cortada que Gilberto trae arriba de la ceja izquierda) A ver, déjame ponerte algo en esa herida. Se puede infectar. Aquí debe haber un botiquín. (Lo encuentra y empieza a curarlo) Ya ves. Antonieta piensa en todo.
GILBERTO: En todo, menos en nuestra alma.
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