Nuevos fragmentos literarios

martes, 10 de marzo de 2009

Eduardo Osorio - El año que se coronaron los diablos



Esta novela gira en torno de una fecha: 2 de noviembre de 1966, día en que se coronaron los diablos rojos del Club Deportivo Toluca en el torneo de Primera División del futbol profesional. De paso, Eduardo Osorio recrea una parte de la ciudad de Toluca en los años 50’s y 60’s en lo que corresponde a las transformaciones urbanas y sociales. Pero la ambientación se extiende al resto del país. Es estas páginas campea el espíritu popular de aquellos años, por igual el encarnado en Tin Tan, en José Alfredo Jiménez, en Juan Dosal o en Ángel Fernández; están la radio y la incipiente televisión mexicana, esté el lenguaje de entonces recreado con acierto, las aspiraciones de quienes, entonces niños, hoy tal vez figuran en los cuadros directivos de muy diversas especialidades o padecen vicisitudes no superadas, y de quienes, ya adultos o viejos desde entonces, tal vez hoy contemplen otra realidad nacional desde un sillón mullido. Este es un homenaje al futbol, a la ciudad de Toluca, al pueblo mexicano y al lenguaje popular. (Alejandro Ariceaga. De la solapa)
Fragmento

Te acurrucas contra los barrotes enormes del cine Coliseo para disfrutar la agonía.
Nunca como hoy tuviste tantos recuerdos, ni pensaste con tal intensidad sobre sus significados. Por vez primera dejas de angustiarte por el futuro. Tienes suerte: nunca caerás en la fiebre que nos invadirá a todos, cuando dé principio el derrumbe de una aldea y comencemos entonces a luchar por la ciudad nueva, a soñar durante los insomnios de medio día, a escuchar de los predicadores y a ser, en pocos años, el fantasma de nosotros mismos. Nunca te poseerá la fiebre de tener una casita, chica, incómoda, con fallas de construcción y todo lo que quieras, pero tuya, propia, como empieza a prometerse a esos obreros que desde ahora se apropian en silencio de este pueblo que eligieron para transformarlo en ciudad. Porque en este pueblo donde hoy agonizas, todavía se cree que poseer una casa es prebenda exclusiva de los ricos. Por siglos nos acostumbramos a las vecindades o al cuarto de azotehuela ofrecido por esos hacendados que todavía andan por ahí; que no saben que ellos también van de salida: en pocos años serán expulsados de su paraíso y veremos caer sus réplicas enormes siglos del pasado, muros anchos, cimientos de una historia de condenó el olvido. (pp.35-36)

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